El puente de Londres ha caído. Con estas exactas palabras recibía la recién nombrada primera ministra, Liz Truss, la noticia de que su jefa de estado, su majestad la reina, Isabel II, había fallecido en el castillo de Balmoral.
“La Reina Isabel II fue la roca sobre la que se construyó la Gran Bretaña moderna". Así ha definido Truss el reinado de Isabel II. Con su muerte, no hay duda de que se pierde el último vestigio de aquel país que una vez fue imperio.
El 6 de febrero de 1952, con tan solo 52 años, fallecía Jorge VI, padre de Isabel II y Rey del Reino Unido y de los Dominios Británicos de Ultramar, a causa de una trombosis coronaria. Su hija y su reciente yerno, Felipe de Edimburgo, se encontraban realizando una escala en Kenia antes de comenzar una gira por Australia y Nueva Zelanda, sustituyéndole debido a sus problemas de salud. Una vez se supo del fallecimiento de su majestad, el viaje fue cancelado y la ya nueva reina y su marido volvieron a Inglaterra. Isabel partió hacia Australia siendo princesa e hija del rey y, en tan solo seis días, volvió a Inglaterra como Isabel II, Reina del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y soberana de los Reinos de la Mancomunidad de Naciones. En ese momento, mientras bajaba del avión, comenzaba su reinado, concluyendo 70 años después, el 8 de septiembre de 2022.
Más de un año después de la muerte del rey Jorge VI y la ascensión al trono de Isabel II, con tan solo 25 años, tuvo lugar su coronación en la Abadía de Westminster. La ceremonia, como era de esperar, fue el evento del año. Por primera vez se iba a poder televisar una coronación real, exceptuando la unción y la comunión, y el mundo entero estaba expectante. Alrededor de 750 periodistas de más de 35 países cubrieron el evento y más de veinte millones de espectadores del Reino Unido contemplaron a través de los televisores a su nueva reina ser coronada. Al llegar al palacio de Buckingham, la nueva reina y su consorte salieron al balcón a saludar a la multitud, que esperaba ansioso a su reina mientras se preguntaba qué les depararía el futuro.
Pocos pueden decir que han visto y oído tanto como Isabel II. Durante la Segunda Guerra Mundial se formó como mecánica, realizando un curso de conducción y mantenimiento de vehículos en Aldershot, que finalizó el 14 de abril de 1945. A lo largo de sus 70 años de reinado ha conocido a 15 primeros ministros, 14 presidentes estadounidenses y 8 papas. Vio construirse y derrumbarse el muro de Berlín y fue testigo de la desaparición de la Unión Soviética y la supremacía de Estados Unidos como única superpotencia. Sin duda alguna, Isabel II se mantuvo en pie mientras todo a su alrededor se derrumbaba, incluido su propio país.
1992 fue, en palabras de la propia reina, un “annus horribilis”. Dos divorcios, una biografía, una nueva república, unas fotografías comprometedoras, un tampón y un incendio marcaron el peor año de reinado jamás vivido por Isabel II. Aunque lo peor aún estaba por llegar.
En 1997, la monarquía británica pendía de un hilo. El 31 de agosto de 1997 el mundo se paralizaba al conocer la muerte de Diana de Gales a causa de las heridas producidas en un accidente de tráfico la noche anterior en el interior del túnel del Alma, en París. Todas las miradas se centraron en el Palacio de Buckingham. Muchos dudaban de si Diana recibiría un funeral de Estado y la reina, que se encontraba en Balmoral, se negaba a acudir a Londres. Los medios, muy críticos con el comportamiento de la familia real, no tardaron en quejarse de la negativa de Buckingham de ondear la bandera a media asta. El primer ministro Tony Blair logró convencer a la reina, que volvió a Londres el 5 de septiembre, para que se dirigiera a la nación en un discurso televisado. La tensión no hacía más que escalar, y la ciudadanía, por primera vez en más de 40 años de reinado, comenzaba a distanciarse de la imagen de su reina, a la que muchos tachaban de fría. Pero todo pareció calmarse con un simple gesto. Mientras la carroza pasaba por el palacio de Buckingham, la reina hizo una reverencia en señal de respeto frente al féretro. Ese balanceo de cabeza salvó la monarquía británica y marcó un punto de inflexión en la relación entre Isabel II y sus súbditos.
No hay duda de que el secreto de una vida duradera se encuentra en los genes. Prueba de ello es la familia real británica. El 30 de marzo de 2002, a las 16:15 de la tarde, mientras descansaba, falleció la reina madre a los 101 años. Un mes antes, la reina ya había tenido que despedirse de su hermana, la princesa Margarita, que falleció víctima de un accidente vascular cerebral. Con su muerte, la corona británica perdió a uno de sus símbolos más queridos y ensombreció aún más el 50 aniversario de reinado de Isabel II.
Pocos matrimonios han durado tanto como el de Isabel II y el Duque de Edimburgo. Con sus luces y sus sombras, el matrimonio consiguió permanecer unido y solo la muerte pudo finalmente separarles. El 9 de abril de 2021, 1 mes después de someterse a una operación de corazón, fallecía el príncipe Felipe en el castillo de Windsor. El Covid obligó a adaptar el funeral y mostró al mundo a una reina, que, por primera vez en 73 años, estaba sola.
El deterioro de su majestad era evidente, pero pocos sospechaban que esta sería la última imagen con vida de Isabel II. Por primera vez en 70 años, la reina recibía al primer ministro en Balmoral y no en Buckingham. En menos de dos semanas, Inglaterra ha pasado de tener un primer ministro y una reina, a una primera ministra y un rey. Todo el mundo deseaba un cambio político, pero nadie esperaba este desenlace. Ahora, Liz Truss puede decir a ciencia cierta que ha sido la última persona con su cargo en formar gobierno por orden de su majestad la reina.
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