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Foto del escritorGonzalo Escrig Molina

El sentido del sufrimiento: la libre elección y las consecuencias

Todo el mundo está condenado a ser libre. Dicho de otra forma, la libertad es una condena de la que solo la muerte nos puede librar. Todos tenemos la libertad de elegir, aunque sigamos el consejo de alguien. Al fin y al cabo, somos nosotros mismos los que decidimos poner algo en práctica o no.


Elegir conlleva de alguna manera sufrir, porque elegir es renunciar. Con cada elección que hacemos, por pequeña e insignificante que pueda parecernos, dejamos de vivir otras vidas, dejamos de ser otras personas. Nuestras elecciones determinan nuestra identidad, quienes somos. Cuando elegimos, lo hacemos siendo conscientes de que siempre hay otra opción, por mucho que nos repitamos a nosotros mismos que no la hay. Uno siempre es responsable de todo lo que hace o deja de hacer, y a la vez, de la persona en la que se ha convertido.


Este es el principal causante del sufrimiento en las personas. Todas nuestras decisiones tienen consecuencias, y solo nosotros somos los responsables de ellas. Sabemos que podemos elegir mal, que podemos equivocarnos, que podemos desperdiciar la vida que se nos ha dado y el arrepentimiento nos atormenta.


El sufrimiento de elegir:


Como ya hemos comentado previamente, nuestra identidad se determina con cada una de nuestras elecciones. Siempre vamos a ser responsables de todo lo que hacemos y dejamos de hacer, pero sobre todo, de la persona en la que nos hemos convertido. Mucha gente se excusa con argumentos banales como “no tenía elección” o “yo no quería…”. Nada sirve, pues la responsabilidad de nuestras vidas nos pertenece únicamente a nosotros. En el filme El padrino II, el personaje de Al Pacino, Michael Corleone, decide dar la orden de matar a su hermano Fredo. Esta decisión tendrá grandes secuelas para el personaje de Michael, que arrastrará las consecuencias de su decisión y todo el sufrimiento que ello conlleva.


Michael Corleone tiene que decidir entre mandar, matar a su hermano o perdonar a Fredo por su traición. La angustia siempre está presente en el momento de elegir, pues tenemos miedo de nosotros mismos, de nuestras decisiones y de sus consecuencias. Tenemos miedo de equivocarnos y que nuestra vida cambie por completo por dicho error. Sabemos que poseemos varias formas de ser, pero a la vez somos conscientes de que únicamente podemos vivir una.


En ningún sitio está escrito qué debemos hacer o cómo debemos ser. No hay principios universales de ninguna clase. Somos nosotros los que no sólo tenemos que decidir qué hacer, sino ante todo, qué se debe hacer. Todos somos libres de perdonar. Esa decisión únicamente nos compete a nosotros mismos y a nadie más. Al decidir matar a su hermano, Michael renuncia a la posibilidad de perdonarlo. Él es consciente de que tiene dicha elección, pero al final acaba renunciando a ella. A partir de ahí, la culpa y el sufrimiento va a acompañarle hasta su muerte.


Evidentemente, si elegir es renunciar, los humanos estamos condenados a un sufrimiento constante. Tal y como dice Victor Frankl en El hombre en busca de sentido: “Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de aceptar dicho sufrimiento, pues esa es su sola y única tarea”. El sufrimiento es inherente al hombre, pero aunque este no resulte agradable, no es malo, pues nos ayuda a aprender de nuestros fracasos, de nuestros errores. Esto es algo que se va desarrollando a lo largo de los años. Cuando somos pequeños no somos conscientes de las consecuencias de nuestras decisiones, y por ello tampoco podemos ser responsables de ellas.


Cuando uno es niño vive en la ignorancia. Los padres son los que, la mayoría de las veces, deciden por nosotros. Toman las grandes decisiones que marcaran nuestras vidas y son ellos los responsables de sus consecuencias. Es por ello que el sufrimiento no está presente en gran parte de nuestra niñez. Al no tener que tomar decisiones trascendentales, al no ser responsables de las consecuencias, no podemos sentir culpabilidad, remordimiento, furia o decepción. Sin embargo, una vez vamos adquiriendo la capacidad de tomar nuestras propias decisiones y nos damos cuenta de que lo que hacemos afecta a otras personas, empezamos a notar que nuestra responsabilidad va en aumento, y con ella el sufrimiento de elegir y renunciar.


Christy Brown hace una reflexión similar en su autobiografía Mi pie izquierdo. Al reflexionar sobre su niñez, Brown dice: “Sabía que ya no era un niño, pero tampoco un adulto. Estaba a medio camino entre la feliz ignorancia de la niñez y el despertar de los dolores y frustraciones de la adolescencia”. Cuanto más tenemos que decidir por nosotros mismos, más sufrimos y eso nos hace todavía más libres.


Si sufrimos a la hora de elegir, es porque, como ya se ha dicho antes, somos conscientes de las consecuencias que pueden tener nuestras decisiones no solo hacia nosotros sino a los que nos rodean. Michael sufre porque sabe que su elección está mal. Está traicionando a la familia, está traicionando todo por lo que ha luchado, y está traicionando a uno de sus mayores confidentes, su hermano.


El sufrimiento nos embarga cuando nos hacemos conscientes de nuestra libertad. Cuando nos damos cuenta de que lo que somos y de que lo que vamos a ser depende únicamente de nosotros, nos pensamos dos veces cuál va a ser nuestro próximo movimiento. Por eso los niños no son capaces de padecer semejante sufrimiento. Ya lo dice Brown: “No se trataba de la clásica tristeza infantil, que venía y desaparecía como lluvia pasajera, sino el sufrimiento de una persona adulta que, aunque también oscilara, me dejaba una impresión más profunda, una huella más duradera en mi estado de ánimo”.


El sufrimiento de las consecuencias:


Hemos comentado el sufrimiento que siente una persona en el momento de elegir y las consecuencias de dicha elección, pero ¿puede uno sufrir por algo que no ha hecho? La respuesta es sencilla, sí. De hecho, las personas se arrepienten más de lo que no hacen de lo que llegan a realizar. Cuando nos hacemos conscientes de las terribles consecuencias que han generado nuestras acciones, solo podemos culparnos a nosotros mismos de haber tomado dichas decisiones, y surge siempre la misma duda, ¿qué hubiera pasado si…? Nos atormentamos con suposiciones, intentando reducir el dolor de la culpabilidad, sin ser conscientes de que únicamente lo estamos agravando.


En la película La lista de Schindler, Steven Spilberg nos presenta al personaje de Oskar Schindler, protagonizado por Liam Neeson. Schindler es un empresario alemán que tras la invasión nazi de Polonia consigue la propiedad de una fábrica de Cracovia con cientos de trabajadores judíos. Poco a poco Schindler se irá dando cuenta de que a los hombres que contrata los salva de la muerte en los campos de concentración.


Al final de la película, Schindler se ve obligado a huir del Ejército Rojo tras la caída de Hitler. Al despedirse de los trabajadores judíos, estos le presentan un anillo hebreo como tributo que lleva una frase grabada en él: “quién salva una vida salva al mundo entero”. Es en este momento donde se le presenta a Schindler la duda de ¿qué hubiera pasado si…? Mientras mira a los judíos de la fábrica que va a dejar atrás, no puede parar de decir: “Podría haber salvado a más. [...] No he hecho lo suficiente” (Spielberg, min. 185). Por mucho que el personaje de Itzhak Stern le recuerde que ha salvado a más de 1.000 personas, Schindler no puede dejar de pensar en todo lo que no ha llegado a hacer. Sus lágrimas muestran el sufrimiento de un hombre que sabe que no solo es responsable de lo que hace, sino de todo lo que deja atrás.


Como ya se ha dicho antes, elegir es renunciar. El sufrimiento se hace presente en todo el proceso de decisión, pero especialmente en sus resultados. Schidnler podría pensar en todas las vidas que ha salvado, en todas las generaciones que nacerán gracias a él, pero lo único que consigue sentir es culpabilidad. A su parecer, él es culpable de no haber hecho todo lo posible, de no haber salvado a más judíos de una terrible muerte. Puede que no fuese él quién apretase el gatillo, pero hay sangre corriendo por sus manos. Sabe que ya no puede hacer nada para cambiar el pasado, y por ello lo único que puede hacer es lamentarse.


En pocos segundos Schindler se replantea su vida entera. Comienza a ver todos sus actos con otros ojos, juzgando sus decisiones pasadas, arrepintiéndose de no haber actuado antes. ¿Puede haber mayor sufrimiento que el de culparse a uno mismo no solo de todas sus decisiones, sino de todas las cosas que nunca hizo? ¿Acaso consigue algo con esto?


Lo que está haciendo Schindler, juzgar sus decisiones pasadas, no tiene sentido. Pensar en el pasado solo es un intento de recordar lo que una vez fue nuestro y ahora no es de nadie. En realidad, dicha reflexión es injusta con su persona, puesto que, si entendemos que nuestra identidad se va formando con cada una de nuestras elecciones y que todos aprendemos de nuestros errores, nuestro yo del pasado siempre va a ser mucho más irresponsable, mucho más ignorante, que nuestro yo presente, ya que no ha cometido aún muchos de los errores que nos han convertido en quienes somos.


Al igual que no se puede juzgar a un niño por sus actos de la misma forma que a un adulto porque no ha adquirido las habilidades y conocimientos necesarios, tampoco tendríamos que poder juzgar a nuestro yo del pasado, puesto que no tiene el mismo nivel de madurez que nuestro yo presente. Si te vas a comparar con tu yo del pasado, siempre tiene que ser de forma constructiva. No se puede culpar de algo a alguien que todavía no lo ha vivido.


Por tanto, el no elegir también es capaz de provocar sufrimiento en las personas. La culpabilidad de nuestras renuncias, de los actos jamás cometidos, puede ser incluso mayor que el de nuestras decisiones. No obstante, el girar la vista atrás, el juzgar nuestras acciones pasadas, solo puede usarse para observar nuestro crecimiento personal. El culpabilizarnos de nuestras decisiones pasadas jamás servirá de nada, puesto que el pasado no existe para ser juzgado, sino para aprender de él. Si sufrimos es porque elegimos hacerlo.


La libertad de perdonar:


Todo hombre es libre de perdonar. Perdonar es de hecho el acto más liberador que se puede realizar, puesto que este únicamente necesita de nuestra propia voluntad para poderse llevar a cabo. Tal y como dice Higinio Marín: “Quien perdona es libre incluso respecto de la necesidad de arrepentimiento del culpable”.


En la película Pequeña Miss Sunshine, los directores Valerie Faris y Jonathan Dayton nos presentan la historia de una familia un tanto peculiar protagonizada por Olive, la hija pequeña. La familia se embarcará en una aventura sobre ruedas para llegar al concurso 'Pequeña Miss Sunshine', en California, al que Olive ha conseguido entrar por pura suerte. El padre de Olive, Richard, tiene una relación bastante distante con su padre, el abuelo de Olive, Edwin. Richard siente que no recibe ningún apoyo de su padre, que solo se dedica a drogarse. A su parecer, Edwin no aprueba nada de lo que hace y no valora los esfuerzos y riesgos que ha tomado a lo largo de su carrera profesional.


En una de las escenas clave de la película, Edwin decide acercarse su hijo mientras este conduce, y de forma sincera le dice: “Pase lo que pase, intentaste hacer algo tú solo, que es más que lo que la mayoría hace nunca y yo me incluyo en esa categoría. Has puesto ilusión y agallas, y estoy muy orgulloso” (Marín Pedreño, min. 39).


Esta es la manera de disculparse de Edwin hacia su hijo. Está claro que Richard no ha expresado su necesidad de perdonar, del mismo modo que Edwin no le ha pedido su perdón, pero como padre, sabe que su hijo lo necesita. Richard se está enfrentando a una nueva etapa de su vida profesional que no ha empezado como él esperaba, y sabe que su familia depende de él. No puede permitirse fracasar ni decepcionar a alguien. Demasiado peso para una sola espalda. Ambos personajes están atrapados en una relación paternofilial que no avanza debido al rencor. Richard no sufre únicamente por su vida laboral, sino también porque no recibe el apoyo, la aprobación, de su padre.


Cuando Erwin le transmite su aprobación, cuando este le deja saber a su hijo lo orgulloso que está de él, ambos se liberan del sufrimiento. Ambos vuelven a conseguir la libertad. El odio, el rencor, ya no les vincula, ya no actúa como atadura, y ahora pueden volver a tener una relación que no esté marcada por los reproches y la enemistad. Al decidir perdonar a su padre con un “gracias” (Faris & Olive, min. 40), Richard está ejerciendo su libertad de decisión. No está obligado a perdonarle, pero comprende no solo la culpabilidad que puede estar sufriendo su padre, sino el sufrimiento que se está causando a sí mismo debido al rencor que le guarda. Por tanto, el sufrir depende exclusivamente de la decisión que tomamos como individuos. Si no perdonamos, debemos de ser consecuentes con el sufrimiento que esto nos puede causar, ya que solamente si damos más de lo que hemos recibido conseguiremos volver a empezar.


En conclusión, las elecciones siempre van a provocar de una forma u otra un cierto sufrimiento en la persona que tiene que tomarlas, ya sea por la propia incertidumbre de la elección o por las consecuencias de nuestras decisiones. La incertidumbre, el odio, el rencor, la culpabilidad, todas estas emociones son muestras del sufrimiento que la libre elección es capaz de provocar en la gente. Sin embargo, no debemos huir de él. Tal y como dice Frank Ginsberg, el tío de Olive, en Pequeña Miss Sunshine: “¿Sabes quién es Marcel Proust? Un auténtico fracasado, [...] pero quizá sea el mejor escritor desde Shakespeare. Él llegó al final de su vida, echó la vista atrás y decidió que todos esos años en los que sufrió habían sido los mejores de su vida, porque le moldearon”.


Bibliografía Citada

Brown, C. (2016). Mi pie izquierdo (A. R. Rubio & M. d. C. Ramón, Trans.). Rialp.

Marín Pedreño, H. (2013). El hombre y sus alrededores: estudios de filosofía del hombre y de la cultura. Ediciones Cristiandad.

Frankl, V. E. (2021). El Hombre En Busca de Sentido. Herder.

Filmografía

Coppola, F. F. (Director). (1974). El padrino II [Film]. Coppola Co. Production.

Faris, V., & Olive, J. (Directors). (2006). Pequeña Miss Sunchine [Film]. Fox Searchlight.Spielberg, S. (Director). (1996). La lista de Schindler [Film]. Universal Pictures.


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