Ortega y Gasset, con su perspicacia característica, postuló que el ser humano se halla inmerso en su circunstancia. Desde su punto de vista, la existencia humana posee un carácter indisociable, pues desde el primer suspiro ya está inmersa en el mundo. El niño comienza su travesía en el mundo envuelto en una circunstancia, y su peregrinación es un desligarse de esas circunstancias, un sobrepasarlas, un trascenderlas. Al final, el niño es como una embarcación arrastrada hacia el mar, donde desembocan todos los ríos, sin percatarse. Sin embargo, una vez madurado, el ser humano sabe claramente hacia dónde se encamina mediante la proyección. Proyectar es vivir un futuro en el presente.
En ‘Poor Things’, el visionario director Giórgos Lánthimos despliega ante nuestros ojos un universo enigmático y complejo, donde los límites entre la vida y la muerte se difuminan en un baile de experimentos y pruebas. En medio de cadáveres en descomposición y la presencia de seres misteriosos, emerge Bella, encarnada con maestría por Emma Stone. Esta joven, devuelta a la vida por la genialidad poco convencional del científico Dr. Godwin Baxter, interpretado por Willem Dafoe, emprende una huida audaz junto a Duncan Wedderburn, el sofisticado y sombrío abogado personificado por Mark Ruffalo. Juntos, se lanzan a una aventura vertiginosa que trasciende continentes y desafía los límites de lo establecido.
A lo largo de su prematura niñez, Bella se encuentra compelida a refugiarse de su vida limitada en las profundidades de su propio ser. En su cuerpo, el sexo se transforma en una fuente de poder y liberación para una mujer que ha descubierto el placer no solo en la intimidad sexual, sino también en la satisfacción de los sentidos a través de la comida, la exploración de las letras y la libertad de ser quien realmente es. Es en esta amalgama de experiencias sensoriales y emocionales donde Bella encuentra la plenitud y la autenticidad que tanto anhelaba en su existencia constreñida. De ser una niña balbuceante y luego un trofeo deseado por los hombres, Bella se libera mediante el placer.
Claramente, la sexualidad se erige como una dimensión fundamental en la conducta humana. En múltiples ocasiones, representa una satisfacción instintiva, un medio de escape o una manera de llenar un vacío existencial. La sexualidad, en su esencia, actúa como un bálsamo que mitiga la ansiedad y calma las turbulencias emocionales. Por consiguiente, la sexualidad humana trasciende su mera naturaleza sexual para convertirse en un elemento vital que moldea y define la experiencia humana en su totalidad.
Autoerótica
“Poor Things” sigue minuciosamente el desarrollo biológico del niño, quien, sin una sexualidad de proyección exterior en sus primeras manifestaciones eróticas, base de lo que más tarde será la sexualidad completa y bien diferenciada, centra sus actividades en sí mismo. Por esta razón, los expertos denominan a esta fase autoerótica. Durante este período, el niño explora su propio cuerpo y experimenta sensaciones placenteras que se centran en él mismo, sin necesariamente dirigirse hacia otros individuos. Esta fase es crucial para el desarrollo saludable de la sexualidad y la comprensión del propio cuerpo y sus sensaciones.
Sabemos que su placer erótico, primer elemento de su sexualidad, es puramente afectivo y fácil de conseguir, por lo que frecuentemente puede crear de forma sencilla un hábito. El niño puede recurrir a él como recurso para obtener su distensión emotiva, ante una situación vivida, angustiosa, de malestar, tal y como sufre y padece Bella. Su educación no le ha proporcionado otros goces distintos a su placer erótico, lo que ha disminuido los motivos de displacer en lo conveniente.
Un niño, desde la más tierna edad, puede masturbarse y este hecho es todavía más frecuente en el sexo femenino. Principalmente, estas formas de masturbación se presentan por el restregamiento de los genitales contra la cama o adoptando unas posturas determinadas en la misma.
En el torbellino de la pasión, Bella se entrega a la seducción del placer carnal, un impulso ancestral que la impulsa a emprender un viaje sin retorno hacia las costas portuguesas, en compañía de Duncan Wedderburn. Sin embargo, en este periplo de autoindagación, los vientos de la introspección conducen a Bella a través de territorios insospechados, donde la búsqueda del éxtasis físico se entrelaza con la búsqueda de la esencia misma de su ser.
Comprendiendo el mundo
En el crisol de la experiencia, Bella vislumbra otros senderos de satisfacción y anhelo que van más allá de los placeres efímeros. Se sumerge en la profundidad de su propio ser, desentrañando las raíces de sus deseos más íntimos, mientras los velos de la percepción se descorren ante sus ojos ávidos de conocimiento.
Es en este viaje de autodescubrimiento donde Bella desentraña las complejidades del mundo que la rodea, donde cada encuentro, cada experiencia, se convierte en un peldaño en la escalera hacia la comprensión última. Desde las calles empedradas de Lisboa hasta los acantilados azotados por las olas del Atlántico, Bella se sumerge en un océano de sensaciones, donde la dicha y el entendimiento se entrelazan en un baile eterno.
El aislamiento, esa suerte de cárcel invisible que envolvía a Bella, había sido su refugio y su maldición. En su burbuja, apenas conocía los vaivenes de la vida más allá del deleite carnal. Sin embargo, su visión optimista del mundo, esa mirada tierna con la que abrazaba cada detalle, se desploma al toparse con la cruda realidad al desembarcar en tierras griegas.
Ahí, Bella se enfrenta de bruces con el otro lado del espejo. Los niños, esclavizados por el hambre y la enfermedad, luchan por sobrevivir en un escenario desgarrador. Es en este encuentro con lo Real donde la ilusión se desvanece, donde lo 'real' se revela en toda su crudeza, su caos, su singularidad, y su violencia. Es el desorden que desafía toda interpretación, el caos que fractura las ilusiones de orden y racionalidad.
Bella, al borde del abismo, llora desconsolada al ver la brecha que separa su mundo de fantasía del mundo tal como es. Su gesto de donar todo cuanto tiene es un eco desesperado ante la inmensidad del sufrimiento humano. En la penumbra de su camarote, entre sollozos, se enfrenta a la desnuda verdad y susurra palabras ahogadas por las lágrimas:
"Y ¿quién soy yo, yaciendo en una cama de plumas mientras bebés muertos yacen en... Necesito ofrecer algo al mundo y, sin embargo, no tengo nada"
En esa revelación, Bella comprende la verdad cruda que yace detrás de las máscaras del placer y del dolor, de la alegría y de la pena. Mientras se despide de su amigo Harry, Bella no puede más que mirarlo con ojos empañados de tristeza y expresarle con palabras cargadas de peso:
"Ahora entiendo lo que eres, Harry, solo un niño quebrado que no puede soportar el dolor del mundo"
Así, Bella llega a comprender que la historia de nuestros pueblos, la historia de la humanidad entera, nos aprisiona y nos libera desde el mismo momento en que damos nuestros primeros pasos en este mundo. Al final, todo se reduce a aquellas palabras cargadas de sabiduría que Swiney, la meretriz que acoge en su burdel parisino a Bella, le susurra a la joven antes de enviarla a trabajar:
"Debemos trabajar. Debemos ganar dinero. Pero más que eso Bella, debemos experimentarlo todo. No solo lo bueno, sino la degradación, el horror, la tristeza. Esto nos hace completos Bella, nos hace personas de sustancia. No niños huidizos e intocados. Entonces podemos conocer el mundo. Y cuando conocemos el mundo, el mundo es nuestro. […] Ahora vete a follar con alguien y tráeme diez francos"
Cuando finalmente nos liberamos de las cadenas que nos atan a un paraíso de ignorancia, cuando nos despojamos de la anestesia que adormece nuestra percepción y nos impide enfrentar la realidad tal como es, entonces somos capaces de descifrar el código que rige el mundo y utilizarlo en nuestro beneficio. Como bien expresó Emma Stone al recibir su Globo de Oro a mejor actriz:
"Creo que esta película es una historia de amor, porque Bella se enamora del mundo tal y como es, con sus imperfecciones"
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